Por Jorge Calvo.

Cuando me planteé escribir este artículo y contar mi experiencia, tenía que empezar por algún sitio, y qué mejor que deteniéndome a explicar la diferencia entre “tecnología” y “tecnología educativa”. Es de vital importancia que tanto colegios como profesores conozcamos las diferencias antes de implantarla en las aulas, así que empecemos por lo básico.

¿Cuándo una tecnología se convierte en «educativa»?

Yo estoy convencido de que la tecnología se convierte en educativa cuando pasa por las manos de un profesor que, tras meterla en la clase, ha conseguido motivación, trabajo, innovación y sobre todo aprendizaje por parte de sus alumnos.

Siempre digo que la tecnología más innovadora o sorprenderte no es la que nos garantiza dar una buena clase, o que nuestros alumnos aprendan. En ocasiones, el recurso más sencillo es el que puede proyectar perfectamente nuestra idea en el aula

La tecnología nos muestra disponibilidad, estar conectados, inmediatez… pero también nos puede mostrar sorpresa, novedad, innovación o visión. Estos factores, unidos a los que ya tenemos, nos ayudan a crear nuevas líneas de aprendizaje.

La tecnología nos hace ser más transversales y cruzar las paredes de nuestras aulas con proyectos atractivos y realizables, donde los alumnos se sientan participes de algo que en algún momento se hará real, que podrán tocar.


¿Se puede estudiar matemáticas creando un bidón inteligente para un país necesitado de agua? ¿Y estudiar física creando un molino para dar electricidad a zonas remotas? Estoy convencido de que sí.


¿Se puede crear una prótesis de mano en impresión 3D como proyecto educativo? 

Ya no es sólo la motivación, es la emoción. Cuando haces algo para alguien te sientes bien, y cuando te sientes bien, quieres repetir o incluso aportar ideas para hacer algo mejor. Y sinceramente, esto es lo que veo en mis alumnos.

Además, no solo ponemos en valor el objetivo final del proyecto, sino el camino que recorremos hasta llegar a él. ¡Qué interesante parece el área de un cilindro cuando tienes que llenar de agua un bidón y qué grande te sientes cuando con dos imanes, un poco de cobre y el viento, eres capaz de dar luz a un poblado!

Una de las experiencias más gratificantes, nacidas en el aula, fue cuando mis alumnos de primaria montaron las piezas en 3D creadas por alumnos de bachillerato, para fabricar una mano para una compañera de clase.

En ese camino no solo se generó conocimiento, sino también valores fundamentales como compañerismo, solidaridad y empatía.

Son proyectos que nacen de un alumno que piensa que con los recursos que tiene y sus ideas puede cambiar cualquier cosa. Y esa es nuestra misión como profesores: debemos guiarles en ese camino. Nos hemos dado cuenta de que aunque no somos la única fuente de conocimiento en el aula, sí que somos el guía, el único capaz de filtrar la gran cantidad de información que les llega.

Entonces, ¿cómo se saca el mejor partido a la tecnología?

Debemos tener claro que la tecnología por sí misma no genera aprendizaje, por muy espectacular que pueda ser su puesta en el aula.

En mi opinión, creo que es tan sencillo como cambiar el enfoque. Es fundamental que la tecnología se adapte a nuestras necesidades en el aula y metodología de trabajo, nunca al revés.


La tecnología educativa no están tan lejos de las aulas como pensamos. De hecho, nos está rodeando continuamente. Proyectos como EuropeanValley y su manera de ver la tecnología es un comienzo en esta pequeña revolución, que poco a poco nos está atrapando.


Y después de todo esto, ¿hasta dónde podemos llegar?

Hoy ya se pueden aprender las partes del cuerpo humano como si estuvieras metido en un quirófano, o estudiar a los faraones egipcios y estar en las pirámides, y así infinidades de recursos que debemos adaptar a nuestra metodología de trabajo.

No debemos olvidar que somos profesores y nuestro objetivo es el aprendizaje. El cómo lo consigamos es nuestra decisión, y está en nuestras manos, y siempre que sea con pasión y motivación, es perfectamente válido.

Os digo una cosa: si nosotros relatamos en el aula, ellos relatarán; si no innovamos, ellos no serán espontáneos; y si no nos confundimos, ellos no aprenderán de los errores.

Mis clases no son ni mucho menos perfectas, y suele haber más errores que aciertos. Pero cuando se te acerca un alumno y te dice: «¿Profe, mañana lo volvemos a intentar? Esto tiene pinta de molar», para mí ha merecido la pena.

En definitiva, creo en el valor de un cambio en la educación usando la tecnología como un medio y no como un fin La tecnología educativa viene a sumar en las aulas, pero nunca a sustituir.

Y debemos tener claro que el aprendizaje nace en el profesor y crece en el alumno: el cómo lo consigamos o el cómo lo cuidemos dependerá de nosotros.

Jorge Calvo

Asesor y Formador en Tecnología Educativa
Director Proyectos Educativos EuropeanValley
Tecnología e Innovación Colegio Europeo de Madrid