Por Gonzalo Baranda, CEO de Blinklearning

En los últimos años hemos asistido a demasiados casos trágicos relacionados con el ciberacoso.

Se trata de un fenómeno que nos afecta a todos, independiente de la edad, género o etnia. Pero especial atención debemos dedicar a los alumnos, menores de edad, que muchas veces se quedan desprotegidos y avergonzados en denunciar malos tratos sufridos en el universo digital.

En su génesis, el ciberacoso es bastante similar al presencial que siempre existió en todos los contextos a lo largo de la historia de la civilización. En el trabajo, en casa y, por supuesto, en los colegios. Sin embargo, entre las dos variantes, hay diferencias importantes que deben señalarse y que producen consecuencias distintas y particularmente graves.

Desde luego, el factor público: los insultos y ofensas ya no quedan restringidos a un pequeño grupo de personas que lo hayan presenciado, sino son difundidos para toda la gente que lo quiera ver a través de las redes sociales u otras plataformas digitales. Sobretodo cuando hablamos de menores de edad, esta es una singularidad que les provoca un daño inmensurable ya que, naturalmente, no poseen madurez suficiente para manejar la situación.

El ciberacoso es bastante similar al presencial pero hay diferencias importantes que producen consecuencias particularmente graves.

Otro aspecto importante es el concepto de alejamiento personal y ausencia de supervisión o censura social. Es decir, alguien que hace comentarios por Internet se siente inusualmente desinhibido para hacerlo y acaba diciendo cosas que jamás diría cara a cara a un compañero.

Finalmente, otro elemento que distingue el ciberacoso de todas las demás variantes de violencia psicológica es la perpetuidad. Víctimas del ciberacoso no simplemente sufren en el momento de las agresiones, sino para siempre, ya que en la Internet nada queda borrado en definitivo. Mucho tiempo después, la vejación sigue en sus casas, en sus fines de semana, en sus vacaciones.

Imperativo hablar

Urge reflexionar sobre el tema: ¿cómo frenar a este fenómeno?

Aunque existan distintos enfoques, todos los expertos están de acuerdo que la clave es hablar. Confortar a las víctimas y confrontar a los agresores. Podemos y debemos aspirar a educar nuestros hijos para que estén más preparados para estas situaciones pero la prevención es, por definición, limitada.

El tema relevante es cómo podemos nosotros, desarrolladores y productores de contenidos de educación, contribuir a frenar el ciberacoso. Y, sí, podemos hacerlo.

Quizás más importante será asegurarnos de que existen instrumentos adecuados en nuestra sociedad para lidiar con los sucesos en tiempo hábil y así evitar un escalamiento de daños. Y esto nos toca a todos: padres, profesores, y desarrolladores de tecnología.

Y, sobretodo, actuar de inmediato siempre que surjan denuncias.

El rol de la tecnología

Un poco por todos los medios de comunicación, ya sean generalistas o especializados, está de moda echar la culpa a la tecnología. Y esa es una verdad lapaliciana. Si no hubiera tecnología no existiría ciberacoso. Pero, creo, eso es mirar al problema de una forma sesgada.

El tema relevante es cómo podemos nosotros, desarrolladores y productores de contenidos de educación, contribuir a frenar el ciberacoso. Y, sí, podemos hacerlo.

El desarrollo de nuevas herramientas tecnológicas que permitan detectar comportamientos acosadores, señalando a usuarios transgresores y implementando sanciones, es una prioridad.

Vigilancia activa, pero no intrusiva

Ya existen múltiples productos para monitorizar la actividad en red de los niños, pero ese control debe hacerse con ponderación. Porque, insisto, la clave de este problema reside en la comunicación. Entre padres, alumnos y profesorado.

Lo que en ningún momento debemos hacer es alejarnos de los niños, de su lenguaje y de su universo. Hay que estar presente, cohabitando su espacio sin invadirlo. Un reciente artículo de Elizabeth Kandel Englander en Harvard Education Letter avanza buenas propuestas para profesores en el manejo de situaciones de especial complejidad.

Seguir debatiendo y compartiendo opiniones, tengo esperanza que podamos lograr un lugar y una clase libre de violencia digital.

FOTO: JASON HOWIE (CC)